Por: Lithus Arrieta Pérez

“No se extraña un país, se extraña el barrio en todo caso pero también lo extrañas si te mudás a diez cuadras. El que se siente patriota, el que cree que pertenece a un país es un tarado mental, la patria es un invento (…) la patria son tus amigos (…)”Aristarain A. 1997. Martín Hache, Argentina,España.

Por fin se termina el mes de septiembre, uno que para muchos significa la excusa perfecta para celebrar la patria, mientras que para otros a este punto es la alegría de haber burlado un mes más al Covid 19; aún peor, estoy claro que para muchos artistas Octubre sólo representa un nuevo reto de cómo seguir sobreviviendo en momentos donde nuestra economía es más inestable que la patria misma.

En este mes cada año resuenan muchos discursos a nuestro alrededor, unos más acertados que otros. Algunos construyen ideas futuras como la necesidad de crear identidad, mientras que algunos nos repiten cuentos mal contados, como por ejemplo, el chiste del glorioso privilegio de vivir en un país libre como Costa Rica.

Cada vez que un discurso de patria o libertad llega hasta mí, siento muchas cosas, no todas necesariamente positivas, pero al final, opto por no discutirlo y seguir con mi vida, y es que la libertad es uno de los conceptos más ambiguos con los que convivimos, también podemos entenderla como una de las prácticas más condicionadas que existen en pleno siglo XXI. ¿Irónico no?

En la teoría, la libertad es el derecho que tenemos como personas de elegir (de manera responsable), la forma de actuar en una sociedad, delimitada en gran parte por normas, reglamentos, decretos, leyes y directrices, todas impuestas en su mayoría por las personas que elegimos cada 4 años para representarnos en puestos de poder, pero, ¿qué pasa cuando esas personas dejaron de gobernar en pro de nuestro bienestar?

Siempre que se habla del tema existen muchos criterios abstractos de la libertad vs el libertinaje y lo cierto, es que ha sido una discusión tergiversada e instaurada en el inconsciente colectivo, tal y como lo ha hecho siempre la sociedad con temas como la religión o la democracia.

Desde tiempos de antaño, el arte ha alzado la voz de formas muy distintas para irrumpir estos discursos, esos que defienden el “status quo”, cuando en realidad desde hace mucho perdimos el rumbo.

El “status quo” cuelga de un hilo muy delgado no solo en nuestra sociedad sino también en el mundo entero, y depende de una infinita cantidad de variables de índole político, económico, mediático, tecnológico, social, ambiental, legal y por supuesto, artístico.

Nuestro gremio se enfrenta a un momento complejo, en el que la inacción se volvió norma en las instituciones que velan por nuestro desarrollo como artistas, ya lo presenciamos con el MCJ y la antigua administración del MADC, pero el problema va más allá, ya que realmente es difícil concebir nuestra libertad si nuestros ingresos por ejemplo, están o estarán delimitados por impuestos agresivos que no son optativos y que nos ponen en jaque como país más que como sector, contra a entidades mundiales como el FMI.

Cuando Plural.CR me invitó a escribir sobre la libertad duré mucho en entender cuál debía ser mi abordaje y luego capté que no podía escribir sobre una idea disfrazada y romántica de lo que debe ser la libertad, por eso algunas canciones nacionales complementan esta opinión y reflejan porque la labor del artista es tan importante.

“Si la gente no se rinde y trabaja para cambiar el mundo, la internacional progresista es posible”, Noam Chosky, 2020.

La Internacional Progresista es lo que nosotros podríamos proyectar hace unos años como un proyecto utópico, se trata de una organización formada por personalidades, entidades y activistas progresistas que convergen en un programa basado en la solidaridad. 

Es tan un solo ejemplo que grandes cambios están sucediendo cada día y aunque la sociedad no lo entiende, los artistas también están en la primera fila de batalla. Los escritores, cineastas, fotógrafos, videógrafos y músicos son personas que desde sus pequeñas fábricas de ideas persuaden el pensamiento y el actuar de millones de individuos.

Esta misma realidad sucede en nuestro país y sucede ya mismo. Cuando las primeras bandas de rock y sus géneros hermanos comenzaron a surgir en Costa Rica, traían consigo un mensaje de cambio que impactó furiosamente a una generación, la nuestra, sin embargo las nuevas tendencias artísticas (aunque no en su totalidad) tienden a evadir la disidencia sociopolítica.

El arte es y seguirá siendo una herramienta para expresar y comunicar, ha sido el inicio de muchas revoluciones sociales e incluso ha acompañado algunos de los cambios más históricos que ha presenciado la humanidad. 

Por esto y más el arte es por mucho lo más cerca que estaremos de ser libres, porque siempre será nuestro lugar seguro para expresarnos con visión al futuro, es el único espacio social en el que la libertad de expresión no es un mito, puede ser nuestra forma de fiscalizar masivamente a un gobierno o censurar actitudes nocivas de la sociedad.

“Cuando el arte es falso se nota a la distancia”, me dijo Anamá hace poco y desde entonces no me saco esas palabras de mi cabeza, las cuales me hacen cuestionarme y pensar: ¿Estamos criando una generación banal que le perdió el sentido a lo que hace y basa el reconocimiento de sus esfuerzos en números de reproducciones y likes?

Si la respuesta a eso es un sí, vamos perdiendo desde el momento que eso comenzó a suceder, no obstante, tampoco podemos juzgarlos, primero porque de eso se trata la libertad, de que todos y todas actúen desde lo que les dicta su corazón y segundo porque si se desenvuelven en un país de pocas oportunidades, habrá quienes sólo buscan el camino más óptimo para poder vivir de una profesión históricamente precarizada.

Concluyo que como gremio estamos contra la espada y la pared, en la que muchos artistas si bien no ignoran su responsabilidad, no tienen muchos caminos alternativos ni incentivos para generar contenido crítico; aún así, no deberíamos vanagloriarnos de una falsa libertad e ideas que romantizan nuestro estado poco solemne como como sector profesional.