En 2009, Costa Rica conoció a un grupo de músicos que no necesitaban una voz para contar historias. Que sabían cómo crear armonías que hablaran por sí solas y tocaran las fibras más profundas de un público con sed de contenido alternativo. Niño Koi nació como un proyecto divergente en un momento determinante para la escena local, y se codeó con bandas como Monte, 424, Colornoise y Las Robertas.
Lo que diferenció a esta agrupación de otras iniciativas fue su compromiso por generar experiencias sensitivas y reflexivas en sus conciertos. Momentos íntimos y bruscos al son del post rock y el black metal, pasando por instantes de glitch y ambient que adornaban una estética convulsa y ambiciosa. Desde ese momento, la banda encontró su sonido, pero con el pasar de los años ha tomado nuevos riesgos y ha tenido varios aciertos que le han permitido llegar a sostener 10 años juntos.
El pasado viernes 30 de agosto, Niño Koi volvió a uno de sus hogares, el Edificio Steinvorth, para celebrar su décimo aniversario con un concierto majestuoso, sincero y emotivo. Al ser las 10:30 de la noche, en el Lucernario comenzó a sonar un sample que anunciaba el inicio de “Aviones”, canción con la que la banda empezó el chivo. Luego vino “El último rey de Talamanca” y creó una atmósfera tan etérea como el sentido mismo de la canción. A esto se le unió un juego de luces con tonos rojos que, en definitiva, aumentó la euforia del momento.
En mayo del 2010, Federico Salas, Fabrizio Durán, Chris Robinson y Mauricio Fonseca lanzaron Alegorías, su disco debut con éxitos como “Una vuelta más al Sol” y “Cincuenta y Cinco”. Después, yendo hacia una dirección más compleja y oscura, sacaron su segunda obra en octubre del 2012 y la titularon La pequeña muerte, álbum en el que fácil se aprecia el progreso de sonido de la banda. En septiembre del 2013, Niño Koi toca un último concierto, antes de ausentarse de los escenarios y volver exactamente dos años después.
Luego de una seguida de chivos, la agrupación volvió a los estudios de grabación y produjo el sencillo “Logos, Pathos, Ethos” y, dos años después (en 2017), lanzó “Nigredo”, una de las grandes joyas de su carrera y de las más ambiciosas, porque ¿cuántas bandas nacionales se atreven a hacer una canción de 12 minutos? En noviembre del mismo año, el grupo de rock experimental grabó su más reciente material titulado Niño Koi en El Farolito, un disco en vivo con piezas como “Kairos”, “Waltz” y “Taksim”.
Ahora, casi dos años después, la banda prepara un nuevo disco y tiene en sus filas a un nuevo integrante. Se llama Sebastián Uribe y desde 2018 es el bajista oficial del grupo. Fabrizio (baterista) celebra este fichaje, ya que afirma que “todas las bandas tienen sus momentos de inspiración, sus momentos también de estar seca la cosa, y ahorita con la entrada de Sebas hace un año creo que todo agarró un nuevo impulso. Siempre es bueno refrescar con integrantes las bandas. Yo creo que Sebas es muy high energy, entonces ayudó mucho al grupo con eso”.
Uribe demostró este viernes porqué se ganó un lugar en Niño Koi. Cuando tocó “Mátalos a todos” encontró un espacio para sentirse cómodo y explotar el talento que tiene para jugar con los bajos que llevan la línea de la pieza. Los riff de Mau Fonseca también tomaron protagonismo en la tarima y los platillos de Fabro Durán dieron paso a un headbanging masivo que se mantuvo durante todo el concierto. Luego vino un lapso de mosh y la fiesta siguió con “Unio” y “Giulietta”.
Para cuando llegó el momento de tocar “Nigredo”, la banda ya había entrado en confianza con el público. El talento que tienen estos músicos para pulir cada nota con una energía efusiva y marcada, mientras se miran entre sí y hacen acuerdos en escena, muestra la experiencia que llevan en los hombros y lo mucho que conocen su propia música. Aunque con cada presentación aprenden nuevos matices, el grupo conserva esa identidad que tanto los caracteriza y en los conciertos proyecta esa confianza que ya ha logrado consolidar.
Según Fede Salas, lo que más disfrutan de llevar una década juntos es cada vez entenderse más como bandmates. “Lo más tuanis de llevar 10 años tocando con estos maes es ya lograr entenderse. Entender el sonido de cada quien. Cuando alguien hace una propuesta de una canción la vara nada más como que encaja, la vara fluye y logramos amarrar bien las piezas, como que ya es una vara bastante natural”, contó. Agrega que antes que iniciaran la banda, ya todos eran amigos y que han mantenido esa relación a flote, lo que les ha ayudado a seguir en contacto.
Sostener tantos años un proyecto no es fácil y los mismos integrantes de la banda reconocen que han logrado esto por “necios” (en el buen sentido de la palabra). Varias agrupaciones que fueron parte de la escena emergente de Niño Koi ya no existen y las iniciativas alternativas de ahora van tomando rumbos cada vez más convexos. Los Koi han sobrevivido por su interés e inversión en hacer música y porque constantemente buscan gastar esa energía creativa que todavía los tiene en forma.
“Somos una banda inconstante, tocamos a veces como tres veces al años, después de cada chivo quedamos súper emocionados entonces eso ayuda un montón. Porque claro, si usted lleva haciendo mucho una cosa y el resultado no es positivo, ¿para qué seguir? Entonces la recepción de nuestro público también es la que ayuda a continuar todo esto”, dice Fabrizio Durán, al referirse a esa necedad que los motiva a seguir satisfaciendo a la gente que siempre se acerca a escucharlos cuando tienen un concierto.
Es por esto que tienen planeado sacar un nuevo álbum y regalarle a su público más música instrumental para degustar. La banda aprovechó este concierto de aniversario para presentar “Tigres de Tamil”, “Dasein”, “Júpiter” y “Bajintro”, canciones que serán parte de su nuevo material discográfico. Los tintes de rock con pizcas de blues que tienen estas nuevas piezas se fusionan bastante bien con el ruido al que nos tiene acostumbrados la banda, así que muy posiblemente este nuevo disco vaya a ser toda una joya.
La noche en el Steinvorth terminó con “Taksim”, canción que puso broche de oro a una presentación que resucitó la ilusión de muchos por escuchar de nuevo a Niño Koi y avivó el gusto de otros que no conocían la tónica de este grupo. La banda dice que algún día les gustaría tocar un concierto, muy elaborado, en el Teatro Nacional o montar un escenario ecléctico y lleno de luces en El Monumento Nacional Guayabo. No sabemos cuál será el próximo lugar que albergará el talento de esta banda, pero lo que es claro es que será un día para recordar, así como fue esta noche celebrada en el corazón de San José.