Por todas esas veces que escuchamos “Walk” en el radio del carro, “Everlong” al entrar a un bar o “Best of You” estando enamorados. Por cada grito que coreamos con Dave Grohl mientras lo escuchábamos en nuestros audífonos. Por esperar casi 25 años para ver en vivo una banda que nos acompañó desde nuestra niñez o adolescencia. Por ese anhelo que se cumplió el viernes y que todavía parece un sueño.
Por esas y muchas razones más, los alrededores del Estadio Nacional fueron invadidos por fieles seguidores del rock alternativo desde los primeros rayos de sol de este 4 de octubre.
Al ser las 8:00 a.m. ya se encontraban cerca de 30 personas haciendo fila para el concierto de Foo Fighters y Weezer, una fecha que probablemente apuntaron en su calendario desde hace meses. Los vendedores ambulantes también se acercaron desde temprano con camisetas y gorras alusivas al evento.
El sol era intenso y la euforia de la gente por escuchar a dos bandas que venían por primera vez al país era todavía más potente. A nadie le importaba esperar casi doce horas por vivir un espectáculo de primer mundo. Se notaba que era una decisión fortuita y sincera estar ahí desde ese momento.
Al pasar las horas, el día se puso más oscuro, la presa afuera del estadio se hizo más larga y la fila no dejó de crecer. Los vendedores que gritaban “¡Lleve la capa!” salvaron a más de uno de quedar empapado durante todo el concierto.
Cerca de las 3:30 p.m. abrieron puertas y empezaron a caer las primeras gotas de lo que iba a ser un diluvio casi permanente. La lluvia, por desgracia, se extendió por casi dos horas. Aún así, entre la gente se mantenía la emoción y no había campo para el estrés.
Ya a las 5:30 p.m. se escuchaba “chivo, chivo” a lo lejos, como una petición efusiva a la organización para que terminara de alistar el escenario y que por fin llegara el inicio del tan esperado concierto. El evento no empezó a las 6:00 p.m. (como estaba programado), pero lo que iba a suceder después tenía justificación para cualquier atraso.
Un flashback directo a los 90’s
Justo a las 6:30 p.m. se apagaron todas las luces del estadio y, un instante después, la nota inicial de “Buddy Holly” hizo vibrar cada esquina del coloso de La Sabana. Era el inicio de Weezer, banda que ha acompañado a los Foo desde el comienzo de su gira y que ha tenido un despegue descomunal desde el lanzamiento del Weezer (Teal Album), un disco compuesto con distintos covers de éxitos como “Africa” (Toto) y “Billie Jean” (Michael Jackson).
Mientras se desarrollaba la presentación, Rivers Cuomo (vocalista y guitarrista) hizo varias intervenciones con algunas oraciones en español, pero sin duda su favorita fue “¡Qué chiva!”, ya que la repitió varias veces. Al inicio saludó con un “¿Cómo están maes?” que le generó un buen acercamiento con el público.
Cuando tocaron su cover de “Take On Me” todo el estadio cantó y brincó con mucha ilusión. Era como tener a la mismísima banda noruega A-ha al frente, interpretándola. Weezer siempre le pone su sello al tocarla, lo que la hace aún más atractiva.
Luego de “End Of The Game“, Cuomo dijo “Quiero tocar una canción de Nirvana, ¿está bien?”, a lo que todo el estadio respondió al unísono con un rotundo ”SÍ”. Escuchar a estos músicos interpretando “Lithium” hizo que el público en gramilla se desordenara y gritara con agresividad. Fue un tributo que Cobain hubiera gustado presenciar, pero que le dio honra con mucha elegancia. La banda cerró con “Say It Ain’t So” igual que en otros conciertos de esta misma gira.
Al final, la presentación de Weezer demostró porqué la agrupación norteamericana (oriunda de California) todavía se mantiene activa; primero, porque aún sostiene su sonido característico y su talento, segundo, porque le ha sacado provecho a su experiencia y trayectoria durante todo este tiempo, y tercero, porque todavía tiene un público – como el de ayer – dispuesto a apoyarla.
¡Por fin!
Faltando 5 minutos para las 8:00 p.m. las piernas dolían, el sudor y el agua se habían combinado y la garganta ya pedía auxilio. Aún con todo esto, los ojos de todos los presentes brillaban porque sabían que lo mejor estaba por venir. Lo que no sabían es que justo en ese momento iba a entrar la voz principal de Foo Fighters gritando con ahínco y dando inicio a un concierto que cuesta materializar en palabras.
Cada una de las 28.000 personas que asistió al evento pudo presenciar la entrada de seis músicos que iban a tomar el Estadio Nacional para hacerlo suyo. Mientras los reflectores apuntaban al cantante Dave Grohl, las cuerdas de su famosa guitarra Gibson ya sonaban el primer acorde de “All My Life“, canción con la que la banda debutó en suelo nacional.
Las luces rojas y amarillas en el escenario daban un matiz cálido que iba acorde con la temperatura del momento. El frío y los nervios entre la gente ya se habían ido. Los músicos entraron con tanta energía que no hicieron ninguna pausa al pasar a su segundo tema, “Learn To Fly“. Era tal el nivel de emoción del público que los saltos y gritos tampoco cesaron en ningún instante. Fueron 15 minutos seguidos de euforia colectiva que prepararon a los presentes para la joya musical que iba a venir: “The Pretender“.
En esta canción, no hubo persona que no grabara al menos una parte. Era un momento decisivo para muchos, tanto así que varios lo compartieron con otras personas por medio de videollamada. Fue uno de los temas más coreados y de los que ayudaron a generar un sentido de comunidad en el estadio. Ya para ese punto, la banda y el público eran una sola cosa. La sintonía era evidente y se sentía sin esfuerzo.
Los visuales que adornaban el escenario empezaron a distorsionarse entre colores psicodélicos, y la armonía de “Run” abrió el portillo para que el descontrol comenzara. El “¿Quieren saltar?” que lanzó Grohl desde el micrófono no hizo más que enloquecer a un público que ya no sabía cómo drenar tanta energía. Las coristas del grupo se lucieron en esta canción y luego vino el primer momento de silencio en toda la presentación.
Las ovaciones no sobraron. Sin duda alguna, el público que asistió a esta noche estaba comprometido con la banda. La forma en que Grohl intercedió en el concierto fue clave y motivó a la gente a unirse aún más al show. Como muestra de gratitud, el público empezó a gritar repetidamente el nombre de la banda, pero Dave los calló con un “shhh” para empezar “The Sky Is A Neighborhood”.
Luego de esta pieza iba a venir uno de los momentos más épicos de la noche. Ya había llegado la hora de tocar “Times Like These” y, aparte que era una de las canciones más esperadas de la noche, la banda la quiso catapultar a la cima con un final de película.
Literalmente la llevó a otro nivel, ya que justo cuando se acercaba el final de la pieza, la batería de Taylor Hawkins se elevó por los aires junto con él y, con mucha confianza, el artista empezó un solo de percusión que fue brutalmente magnífico. El baterista que llevaba una camisa de Eddie Van Halen duró casi 7 minutos jugando con timbales y platillos como todo lo que es: un experto.
Luego de gritar un “I love this fucking place” a todo pulmón, Hawkins cantó la séptima canción de la noche, “Sunday Rain”. Ya para este momento, la felicidad que brotaba del público parecía exagerada, pero la catarsis que iba a venir luego la iba justificar por completo.
Grohl se posó con su guitarra al frente del escenario, completamente solo, y empezó a rasgar sutilmente las cuerdas de su guitarra, anunciando el inicio de un regalo que fue divino; nada menos que su éxito “My Hero”. La banda se quedó en silencio mientras el cantante articuló una comunión llena de emotividad al empezar el tema.
En definitiva, haber escuchado esta canción alrededor de tantas personas con sentimientos tan comunes generó un momento de mucha intimidad. Y es que no fueron solo las luces de los celulares que iluminaron cada espacio del Nacional, sino también las lágrimas, los abrazos y las sonrisas que acompañaron esta canción. Ojalá nadie se olvide nunca de este momento.
La euforia y el éxtasis volvieron cuando la banda tocó “These Days” y “La Dee Da”. Los gritos de Grohl en estas canciones despertaron el ánimo de aquellos que ya estaban cansados y motivó aún más a los que llevaban toda la noche brincando.
Luego vino esa canción que seguro han escuchado en nuestra radio y que con solo dos notas ya se identifica. “Walk” puede que sea de las propuestas más mainstream de la banda, pero cuando se escucha en vivo, queda claro por qué ha sobresalido tanto entre su repertorio. La popularidad de esta canción no es casualidad, el viernes se notó el amor que tiene el público por este tema.
Después de esto vino el espacio de un tributo necesario. Hawkins y Grohl cambiaron de lugares y Costa Rica conoció la faceta por excelencia del ex baterista de Nirvana. Hawkins lanzó unos “eeeoo” al mejor estilo de Freddie Mercury y luego la banda interpretó un cover de “Under Pressure”.
Cuando parecía que nada podía mejorar la noche, llegaron “Monkey Wrench” y “Hey, Johnny Park!”, dos de las perlas del disco The Colour And The Shape que lanzó la banda en 1997. Fueron dos regalos que para los más grandes significaron recuerdos y para los más jóvenes una cátedra de buen rock.
El final del concierto hizo que hasta la persona más dura se sintiera vulnerable y que las almas más frías también se conmovieran. La forma en que Foo Fighters tocó “Wheels” esa noche no se compara con nada. Sería un insulto tratar de describir los sentimientos que brotaron del público cuando corearon ese tema.
Luego, la banda empezó a despedirse, pero todos sabían que faltaban dos canciones. El grupo regaló una versión de 10 minutos de “Best of You” que hizo que toda la lluvia, el sudor y cansancio valieran la pena. Nadie se quedó callado, la letra del hit más sonado de la banda fue cantada por todos los presentes y llorada por los más fanáticos.
Por cuestiones de tiempo, la agrupación originaria de Seattle tuvo que prescindir de tocar tres canciones: “Big Me”, “Generator” y “This Is a Call”. Debían terminar a las 10:00 p.m. Aún así, el concierto se sintió completo y el público ya se veía bastante satisfecho.
Foo Fighters agradeció la noche con mucha sinceridad y prometió volver a tierras nacionales en un futuro próximo. Dave Grohl prefirió no despedirse y dijo adiós cantando “Everlong”. Fue casi imaginario escuchar en vivo una de las canciones más importantes en la historia del rock alternativo. ¿Quién iba a decir que íbamos a ser tan afortunados?