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Noviembre, 1995. The Beatles lanzaron nueva música. Una reunión en estudio generó dos sencillos nuevos: “Free as a Bird“, estrenada noviembre 21, 1995, como el primer track de Anthology 1, y “Real Love“, lanzada el 4 de marzo de 1996. Buen mercadeo de por medio, fue un esfuerzo para llamar la atención a Anthology, el documental de tres partes para TV y los seis CDs de rarezas compilados y producidos por los miembros sobrevivientes de la banda. También fue un regalo para los millones de fans que comprarían cualquier cosa publicada bajo el nombre de la banda. Fue algo lucrativo para todos los involucrados.

La reunión también fue grotesca. Las dos “nuevas” canciones eran en realidad viejos temas: piezas que John Lennon había grabado en su cuarto durante su época de padre-en-casa; revividas por Paul McCartney, George Harrison, Ringo Starr y Jeff Lynne; dobladas, sazonadas y re-animadas. Y fracasó. La última oportunidad real de la banda de hacer algo juntos terminó siendo mucho de nada.

La historia de esas dos canciones –y la destartalada reunión de la banda más grande de la historia– empezó en el apartamento de Lennon en Nueva York, donde nacieron a partir del nuevo contentamiento del artista; se convirtieron en el centro de mesa para esa reunión de los sobrevivientes Beatles, quienes se habían alejado mutuamente 25 años antes, y salieron al mundo, ayudando a generar una nueva ola de la Beatlemanía. Pero, ¿valió la pena?

Los días felices de John Lennon iniciaron en 1977, con un comentario de un oficial de aduanas en el aeropuerto John F. Kennedy. “Bienvenido a casa, Sr. Lennon”, dijo.

Por varios años, Lennon había batallado para ganar la residencia legal en los Estados Unidos. El presidente Richard Nixon, molesto por la manifestación anti-guerra de Lennon en 1972, le había ordenado salir del país. En 1976, el presidente Gerald Ford finalmente le dio su “green card”, quitándole una gran tensión; para 1977, pudo finalmente transitar el país a su antojo.

Procedió a vivir en un lugar notable. Se había reunido con Yoko Ono luego de un año de libertinaje pasando por bares en Los Ángeles con Harry Nilsson. Sus contratos disqueros habían finalizado. Él y Ono habían tenido un bebé. Ambos prometieron retirarse del arte: ella manejaría las finanzas y él sería un padre de esos que se quedan en casa.

Los días de Lennon se desenvolvieron como poemas: momentos idílicos que por lo general son pasados por alto. No mucho sucede, pero había una suave belleza en ellos; son meticulosa y elegantemente estructurados. Las horas son consumidas horneando el pan, planeando las comidas de Sean y enseñándole a nadar en la YMCA. Lennon finalmente se ve como un adulto — sus mejillas se ven más vacías, se esconde cada vez menos detrás de la barba y los anteojos. Se mira como cualquier otro desgastado padre estadounidense. Siete pisos sobre la calle 72, Lennon estaba tan quieto como alguna vez lo fue explosivo, aunque, de ninguna manera menos radical.

Libres para moverse, los tres viajaron por el mundo juntos, quedándose en Japón por cinco meses para retirarse y beber té. Lennon enviaba tarjetas postales a Ringo Starr con recortes de noticias de la Segunda Guerra Mundial o dibujos de la familia y flores, y estrellas fugaces.

Había una vieja grabadora de casete en su habitación, donde iba a guardar las melodías que todavía surgían en su cabeza. Podemos escuchar “Free as a Bird” y “Real Love” formarse en esas viejas cintas — por partes, una melodía y un sentimiento, luego acordes y después una canción. Cada una representa un sentimiento: “Free as a Bird” es calmada pero tocada por la melancolía, deseando algo de libertad, quizá por la “vida que alguna vez conocí” que Lennon canta en el puente, aunque las letras no están terminadas. “Real Love” es su contraparte, tranquilizadora, sincera.

Ambas comunican sentimientos al desnudo. No son como nada que él haya escrito desde Hamburgo, por que no son las respuestas a las demandas de nadie; no son parte de una posición política o han sido escritas para encajar en un álbum. A menudo, cuando Lennon no está tonteando con canciones, usa la grabadora para hablarse a sí mismo.

Cuando Ono y Lennon deciden salir del retiro y hacer Double Fantasy juntos en 1980, no incluyen ninguna de las dos canciones. Eran parte de un tiempo diferente, más calmado; no encajaban con temas como “Watching the Wheels” y “(Just Like) Starting Over” que Lennon dirigió directamente a Yoko, Sean y el mundo exterior.

Y de todos modos, si algo le enseñó la soledad, fue que el pasado es mejor dejarlo tranquilo. Playboy le preguntó, en una entrevista publicada hasta un mes después de su muerte, si pensaba que habría alguna vez una reunión de Los Beatles. “¿Quieres volver a la secundaria? ¿Por qué iría de vuelta 10 años atrás para proveer una ilusión de algo que sé que no existe?” respondió Lennon firmemente. “Los Beatles no existen y no pueden existir de nuevo”.

“Me topé con un tipo muy molesto de aduanas cuando estaba entrando a Nueva York”, declaró Paul McCartney en 1995, conforme los Beatles estaban terminando Anthology. “Un tipo muy serio y amargado que me dijo, ‘¿El proyecto que está trabajando con Los Beatles?’ Le dije, ‘Sí’ ‘Solo quiero decirle que no considero que sea un proyecto de Los Beatles sin John’.

“No necesito esta mierda”, le dijo McCartney al entrevistador. “Le dije, ‘no me importa lo que usted piense, y se nota que no sabe nada, por que John está en este puto proyecto’.”

En 1995, el mundo estaba innundado por una Beatlemanía que no se había visto en décadas. El documental de 11 horas, Anthology, estaba pautado para salir al aire en televisión abierta a finales de noviembre con una colección de seis CDs en tres volúmenes que contenían tomas descartadas y rarezas de Los Beatles. Se rumoraba que habría nueva música de la banda.

El proyecto de la antología empezó tan temprano como 1989 y para cuando llegó 1994, los Beatles sobrevivientes sabían que querían hacer algo –algo musical– pero se sentían extraños sin Lennon. Se acercaron a Ono con una leve sospecha de que ella tendría grabaciones inéditas de Lennon, pero no fue hasta enero de 1994 que los casetes de la habitación de John llegaron a manos de Paul.

Sucedió en el Salón de la Fama del Rock and Roll en Nueva York. McCartney ingresó a Lennon esa noche, y casi al final de su discurso, el recordó sus últimas memorias: “Las alegrías que me contaste de cómo horneabas el pan, y cómo jugabas con tu bebé, Sean, fue genial para mi, por que me diste esperanza para aferrarme a algo”. Ono lo buscó posteriormente y le puso dos casetes en sus manos. Las canciones habían sido filtradas anteriormente, pero McCartney –y la mayoría de fanáticos de la banda– nunca las había escuchado (recuerden: no había Internet).

Los cuatro compas que se reunieron en el estudio de McCartney en invierno de 1994 para convertirlas en sencillos de Los Beatles fueron un grupo variopinto. McCartney se veía animado, había teñido su cabello castaño, todavía grababa discos e iba de gira. George Harrison estaba un poco canoso, podría haber sido confundido por un celador, vistiendo una franela holgada, ojos cansados y una barba de hechicero. Starr se escondía detrás de gafas oscuras y merendaba constantemente de una bolsa de semillas.

El antiguo frontman de ELO, Jeff Lynne, se sentaba detrás de los controles con la apariencia de un oso de felpa que había consumido mucho ácido. Juntos, en el escondite de McCartney al sur de la Inglaterra rural, un viejo molino con la vista de las montañas de Sussex, los cuatro se dedicaron a grabar partes nuevas para “Free as a Bird” y “Real Love”. Accedieron a pretender que Lennon estaba fuera del pueblo por el fin de semana.

 

McCartney tenía sus dudas sobre Lynne. George Martin fue la primera opción de todos para producir las sesiones, pero él no quiso tener nada que ver con las nuevas canciones –dijo que su oído se estaba deteriorando. Lynne fue elección de Harrison; él produjo Cloud Nine (1989) de George y ambos habían participado en The Travelling Wilburys. McCartney estaba receloso de su distintivo sonido de producción –arreglos brillantes, redobles reverberantes, cortinas de guitarras acústicas resonantes.

Se decidieron con él de todos modos, quizá como una ofrenda de paz de McCartney hacia Harrison. (Al final, McCartney declaró que Lynne fue “preciso”). Nunca tuvo una relación fácil con Harrison, y en el estudio, ambos chocaron cabezas sobre las dos líneas de letra que tenían que escribir para terminar “Free as a Bird” y sobre si Harrison debía de usar un slide en su solo.

De hecho, McCartney se mostró dudoso durante todo el proceso. No estaba seguro sobre la idea de rehacer “Real Love”. Pensaba que la canción ya estaba lista. Le dijo a un entrsvistador, “era como hervir putos repollos dos veces” (aparentemente, un viejo dicho de Liverpool). Tanto Lennon como los críticos acechaban sus pensamientos. Hacia afuera, detestaba a los críticos. (“No estamos preocupados de lo que ellos dijeran. Yo pensaba solo, ¡al carajo con ellos!”). Y como cualquier persona que aprecie su cordura lo suficiente, él trató de dejar de lado la especulación sobre lo que pensaría Lennon. Luego de rechazar toda ridícula oferta de dinero durante los últimos 15 años, estuvo de acuerdo en reunirse, según dijo a la prensa:

“…solo por que la voz de John está ahí … podemos decir que es realmente Los Beatles, estamos juntos. Hemos hecho lo imposible. Lo hemos logrado”.

Lennon no estaba alrededor para ofrecer su opinión, pero los críticos fueron menos que amables. Jon Parales, reseñando “Free as a Bird” en el New York Times, dijo, “un edificio adornado construido sobre los restos de la música de un difunto, no puede no sonar aterrador”. Greil Marcus también le atribuyó ese adjetivo.

Rolling Stone, en una edición que tenía a Snoop Dogg en la portada y una reseña del All Eyez on Me de Tupac, escribió: “Responde a la pregunta: ¿Qué si Lynne hubiese producido Double Fantasy con unos cuantos famosos al lado? Pero, ¿a quién le interesa la respuesta?”

Melody Maker, con Jarvis Cocker en la portada y muchas noticias sobre chismes de Oasis, publicó: “Real Love es la más débil de los desperdicios. Lennon lo dejó ser y estos mercenarios del día presente, deberían de hacer lo mismo”.

En retrospectiva, con todo el bombo publicitario de lado, los críticos -en su mayoría- en lo correcto. Las grabaciones no son satisfactorias. Los solos de guitarra son clásicos de Harrison, pequeñas melodías distintivas, dulces y fáciles de cantar. Pero en su mayor parte, Los Beatles son una banda de apoyo aquí, y no una muy distintiva. Hay redobles reverberantes y guitarras acústicas resonantes. “Suena como ellos ahora”, dijo Starr de manera notable luego de escuchar las canciones terminadas. Puede que esa sea una afirmación más cierta que ninguna otra, por que lo que suena es como una banda atrapada entre el pasado y el futuro, muy incómoda para ser fundamental, muy lustrosa para ser auténtica.

Las canciones en sí mismas no son desperdicios. Son, claro, las mismas canciones que Lennon boceteó en su casetera en 1977. Pero en lugar de la euforia doméstica y los asomos de melancolía –las contradicciones que siempre hicieron a Lennon el Beatle más fascinante– es un sentimiento general de discontinuidad.

McCartney, según reporta un biógrafo, estuvo “disgustado” cuando “Free as a Bird” no alcanzó el número uno. Si eso suena perverso, considere lo que McCartney queria obtener de todo esto. Posteriormente describió las sesiones de grabación “como estarse ahogando”. Se refería a que cuando la banda estaba en una habitación junta, él vio su vida pasar frente a sus ojos. Estaban con el tiempo en contra para  reunir a los integrantes nuevamente. Si no lo hacían entonces, nunca lo harían de nuevo. Era una manera de tratar de hacer lo imposible, de desafiar la mortalidad.

No terminó importando mucho, de todos modos. Antology, con sus enormes esfuerzos masivos de mercadeo y alcance generalizado, desató una nueva fiebre por Los Beatles. Fue especialmente tangible en las generaciones más jóvenes; si bien la reunión agravió a los críticos, le dio a algunos de los más jóvenes algo amistoso a lo cual aferrarse. Capitol reportó que 41% de quienes compraron Antology eran adolescentes.

También le dio a la banda un empujón de ventas general — los consumidores (padres de esos adolescentes) compraron 89,000 más copias del Rubber Soul en 1995 que en 1994 -un salto del 67%- de acuerdo a Nielsen Music, cerca de 119,000 más copias de Abbey Road. En el año 2000, cuatro años después de Antology 3, Capitol lanzó 1una colección de los hits #1 de la banda; vendió la asombrosa suma de 31 millones de copias en todo el mundo. 

Aún siendo adolescentes en los noventa, los jóvenes mantuvimos a Los Beatles en sus estuches de CDs. Led Zeppelin y Queen también eran fáciles de asimilar, pero siempre se sintieron como las bandas nuestros los padres. Los Beatles, por una extraña y hermosa razón, trascendieron el estilo y siempre se sintieron contemporáneos. 

Si la meta de la reunión de los Beatles era reactivar y reintroducir a la banda al frente de la cultura popular, entonces fue un éxito. A punta de músculo mercadotécnico, hizo que su música fuera significativa para los hijos de los “baby boomers”, así como Ed Sullivan la hizo relevante para esos mismos “boomers”. 

Los Beatles, como marca, fueron tan grandes como jamás lo han sido — algo así como inmortales.

Publicado originalmente en Consequence of Sound. Escrito por Chris Kissel. Traducido por René Montiel.

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